Juan F. Benemelis

“El presidente Rubai Ali, en el viaje, le plantea a Fidel Castro que yo me quede en Yemen como asesor de él. Me dijo: 'Te quedas conmigo aquí, te doy una casa, te doy mujeres, te doy todo lo que tú quieras. Quédate conmigo aquí'. Osmany Cienfuegos estuvo de acuerdo y Fidel no contestó, se fue. De La Habana vino un telegrama de Carlos Rafael Rodríguez, diciendo que no, que me fuera y me fui. A la semana se dio el golpe de Estado con las unidades cubanas y mataron al presidente Rubai Ali y a todos los que estaban alrededor de él. Me hubieran matado a mí también. Eso pasó en 1979. Yo regresé a Cuba y ya, en esta situación, yo estaba en una posición muy difícil porque se sabía la posición que yo había tomado en Yemen. Yo escribí un libro sobre eso también —sobre el golpe de Estado— y lo hice público (de lo que nunca se ha hablado del golpe de Estado que dio la División 50 de Cuba con el general Osvaldo Reina que estaba allí al frente, cómo se dio el golpe de Estado, asesinaron a todos los ministros y al presidente, la aviación cubana estaba allí en el este; y sobre los centros de entrenamiento que se hicieron, que hizo la División 50 en Yemen —en la frontera con Rub al-Jali— son los que utilizó Al Qaeda después)”.

“En fin, (el Che Guevara) me parecía una persona, en ese momento, en esa primera entrevista, desconocedora absoluto de lo que yo le estaba explicando, pero además de eso, autosuficiente como para no permitir que yo tuviera la razón en lo que yo estaba hablando con él. En la segunda entrevista, que fue en El Cairo, después de que hablamos con Nasser, me pareció una persona sin escrúpulos. Ya yo conocía porque me habían hablado de lo que él había hecho en La Cabaña. Personalmente, no me gustaba por lo que proyectaba, es decir, había temor, yo tenía temor ante esa persona porque proyectaba frialdad. No había nada humano en una conversación con él. Había esa frialdad de los ojos y de la forma de hablar que te dabas cuenta de que estabas delante de alguien que puede decidir tu vida o no. Esa fue mi impresión. No me parecía un individuo inteligente como se le ha proyectado en algunos lugares. No es el Trotski cubano, eso es falso también. Pienso, por actitudes de él que yo conocí en Tanzania, que le tenía terror a Fidel Castro. Yo pienso que él sí sabía que Fidel Castro también lo podía liquidar en cualquier momento. Me fui percatando también, a través de todo eso, de que esto era una dirigencia de una sangre fría tremenda, capaz de eliminar a cualquiera por cualquier cosa”.